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HISTORIA DEL CHOCOLATE

El tan delicioso alimento que hoy conocemos como Chocolate, no siempre fue como lo conocemos, los mayas crearon un brebaje amargo llamado "chocolha" hecho de semillas de cacao, que solo podían consumir nobles y reyes. Se describían diversas formas de elaborarlo y perfumarlo, más líquido o espeso, con más o menos espuma, con miel, maíz o chile picante.

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Los aztecas aprendieron de los mayas el cultivo y el uso del cacao convirtiéndose en un alimento de gran importancia para su sociedad. Lo tomaban líquido y mezclado con especias, obteniendo una bebida altamente energética, oscura, espesa y espumosa, llamaban cacahuat al cacao y xocolatl a la bebida aromática que se obtenía de sus frutos. El xocolatl era apreciado como reconstituyente para dar fuerza y despertar el apetito sexual, tratar la fatiga, aumentar el peso de los desnutridos, estimular el sistema nervioso de los apáticos, agotados o débiles, mejorar la digestión y estimular los riñones.

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En 1502 Cristóbal Colón en su cuarto viaje recibió, como ofrenda de bienvenida, armas, telas y sacos de unas habas oscuras que, en la sociedad azteca, servían a la vez de moneda y de producto de consumo.

 

La primera referencia en España del cacao se produjo en una carta de Hernán Cortés dirigida a Carlos V en 1520, haciendo referencia a este producto como una fruta con almendras, que se vendía molida en tierras mexicanas y a la que los aztecas daban tanta importancia, que incluso se utilizaba como moneda en algunos pagos, conla que preparaban una bebida llamada xocolatl la cual era apreciada no solo por su sabor, sino por su valor estimulante, de la cual bastaba una taza de esa bebida indígena para sostener las fuerzas de un soldado durante todo un día de marcha.

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En 1528, a solo siete años de consumada la Conquista, Cortés enviaba cacao a Carlos V, por lo que pronto se empezó a usar en España como bebida medicinal fortificante, al principio solo por los nobles de la Corte dada su escasez y valor, uso que poco después se generalizó.

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Ya en España los monjes adaptaron el "chocolha" al paladar Europeo, sustituyendo las especias utilizadas en América por miel, azúcar y leche. La corte española mantuvo como secreto de estado, durante un siglo, la preparación de esta bebida y, sólo los monjes conocían el procedimiento para convertir el fruto del cacao en chocolate y, la utilizaban sobre todo en cuaresma ya que la iglesia consideraba que no rompía el ayuno.

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A pesar del secretismo, el chocolate llegó a otros países, a Francia uno de los primeros, gracias a la boda entre María Teresa de España y Luis XIV, el Rey Sol, ya que ésta era muy aficionada a esta bebida.

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En 1644 fue ordenado por la Corte de Madrid y sus alcaldes que, nadie, ni tienda ni en domicilio, ni en parte alguna se pudiese vender chocolate como bebida, para evitar así que fuese tomado en cualquier sitio y en cualquier momento por la gente, ya que se había convertido en una bebida muy popular, obligando de esta manera a ser vendido como pastillas y ser consumido solo en domicilios.

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La preparación del chocolate era responsabilidad de los molenderos. Quienes recorrían el país con una piedra curva sobre la espalda. Seguía la denominada técnica del metate, que consistía en moler, de rodillas, y sobre la mencionada piedra, las semillas del cacao. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, se extraía una masa líquida y uniforme, conocida como pasta de cacao.

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Ya en España los monjes adaptaron el "chocolha" al paladar Europeo, sustituyendo las especias utilizadas en América por miel, azúcar y leche. La corte española mantuvo como secreto de estado, durante un siglo, la preparación de esta bebida y, sólo los monjes conocían el procedimiento para convertir el fruto del cacao en chocolate y, la utilizaban sobre todo en cuaresma ya que la iglesia consideraba que no rompía el ayuno.

A pesar del secretismo, el chocolate llegó a otros países, a Francia uno de los primeros, gracias a la boda entre María Teresa de España y Luis XIV, el Rey Sol, ya que ésta era muy aficionada a esta bebida.

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En 1644 fue ordenado por la Corte de Madrid y sus alcaldes que, nadie, ni tienda ni en domicilio, ni en parte alguna se pudiese vender chocolate como bebida, para evitar así que fuese tomado en cualquier sitio y en cualquier momento por la gente, ya que se había convertido en una bebida muy popular, obligando de esta manera a ser vendido como pastillas y ser consumido solo en domicilios.

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La preparación del chocolate era responsabilidad de los molenderos. Quienes recorrían el país con una piedra curva sobre la espalda. Seguía la denominada técnica del metate, que consistía en moler, de rodillas, y sobre la mencionada piedra, las semillas del cacao. Poco a poco, y con mucho esfuerzo, se extraía una masa líquida y uniforme, conocida como pasta de cacao.

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Tras su introducción en España, el chocolate se trasladó a otros usos y costumbres, como es el caso de las mujeres de la aristocracia que incluso lo intentaron incluir dentro de las iglesias para hacer más llevaderos los sermones y combatir el frío en invierno. No obstante, este alimento no se difundió tan rápidamente como se cree por Europa y mientras aquí era considerado un producto selecto y de gran valor, en otros países no era tan valorado. De hecho, tuvieron que pasar varios cientos de años hasta que en el siglo XVI y XIX empezó a popularizarse como remedio digestivo y estimulante.

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En Suiza se comenzó a fabricar chocolate a mediados del siglo XIX y fueron Daniel Peter con años de investigación y, Henry Nestlé quien ideó la mezcla de leche condensada azucarada con cacao, quienes dieron la fama al chocolate Suizo.

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En 1.879 a Rodolphe Lindt se le ocurrió volver a agregar de nuevo la manteca de cacao procesada a la mezcla, consiguiendo así que el chocolate ofreciera una textura sólida y cremosa a la vez, y aunque era crujiente se deshacía en la boca. El chocolate en tabletas empezó a hacerse realmente popular gracias a las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, ya que resultaba ser un alimento muy energético y a la vez era fácil y cómodo de transportar por los soldados.

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España era, a finales del siglo XX, la octava nación en consumo de cacao, oscilando entre dos y cuatro kilos per cápita. ​ A pesar de todo, el consumo de chocolate va en incremento: en el año 1930 se consumieron ocho mil toneladas, mientras que en el año 2000 se superaron las quinientas mil toneladas, lo que sitúa el consumo actual en unos cuatro kilos por persona y año. ​ No obstante, estos valores están por debajo de otros consumos europeos.

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